El sueño de una noche de verano

Ha pasado 1 año, 4 meses y 16 días desde la última vez que participé en un evento multitudinario practicando Nordic Walking. Y ya me estaba haciendo falta volver a experimentar el calor humano que sientes cuando otras personas van a realizar la misma actividad deportiva que tú. Lo he soñado muchas veces en este tiempo, cómo sería el retorno, volver a sentir el camino en las puntas de los bastones, el esfuerzo en las cuestas, el jolgorio de la salida, los aplausos en la llegada, el agua a medio camino que te sabe a gloria.

Entre olivos y viñas tenía que ser, de noche tenía que ser, en verano tenía que ser, y fue…en Montilla. Con una gente de echarle de comer aparte, que cuando llegas te acogen como si fueras uno de ellos, y que cuando te vas, de verdad que sientes haber dejado un trocito de ti con ellos. En esta historia hemos hecho deporte, hemos hecho turismo, pero sobre todo hemos hecho amigos.

Cuando en enero de este año se canceló la prueba del Cross Batalla de Munda en Montilla, fue un jarro de agua fría. La de 2020, en la que estuve por primera vez allí, fue una prueba preciosa, y quedaban ganas de repetir. Así que cuando me enteré de que se iba a celebrar la “Marcha Bandolera nocturna” en julio, no lo dudé mucho y me apunté. No sería yo si no hubiera intentado liar a algunas personas del club Ipar Izarra Nordic Walking Bilbao, pero aunque casi consigo engañar a seis, al final sólo pudo venir Oscar, y allí nos fuimos el viernes pasado, primero a Madrid donde hicimos noche, para empezar el sábado una larguísima jornada a las 7:00, en el AVE Madrid-Córdoba.

El viaje discurrió plácidamente, y en dos horas nos plantamos en la estación de tren de Córdoba y en otra hora llegábamos a Montilla.

En esta kedada de Nordic Walking, el referente principal es Andrés Hidalgo “Qanzio”, que empezó montando una sesión de iniciación al Nordic por la mañana del sábado. Sabiendo que íbamos a la marcha nocturna, y previendo que iba a haber bastantes personas interesadas en esa sesión, nos propuso a Oscar y a mí si podríamos ayudarle en la “instrucción básica”, haciendo grupos pequeños por aquello de las medidas sanitarias.

Encantados de echar una mano en promocionar este deporte, estuvimos de 11 a 13 con unos y con otros acompañándoles en sus “bautismos de palos”, cosa que agradecieron cumplidamente. Para no perder las buenas costumbres, al terminar la práctica, nos invitaron a una cata de vino fino de Montilla que estaba delicioso. Nos regalaron el catavinos de recuerdo.

De la comida que nos apretamos en “El rincón del conde”, no entraré en detalles, solo recomendar encarecidamente el establecimiento a quien visite la ciudad. Al terminar, a eso de las 4 de la tarde, se notaban los 34ºC que hacían poco aconsejable cualquier actividad física, por lo que prudentemente nos retiramos al hotel hasta que cayera un poco el muro de calor, cosa que ocurrió a partir de las 20:00, hora perfecta para empezar a preparar los bártulos de una salida de Nordic Walking absolutamente insólita y que resultaría memorable.

La “Bandolera nocturna” es una marcha no competitiva de senderismo, en la que estaban apuntadas la friolera de 100 almas, y de las que únicamente 8 hacíamos nordic walking: Oscar, Qanzio, Kike (de Montilla que había estado en la iniciación de la mañana) y yo por una parte, y 4 personas del grupo/equipo “Bokerones en marcha” (así con k, como suena) de Málaga por otra, y algún que otro espontaneo, perdido por allí con bastones de nordic.

La zona de la salida era una auténtica fiesta, con música cañera, buenas dosis de humor, muchos saludos entre gente que se conocía, y un cierto gusanillo por volver a sentirte parte de un colectivo humano con el mismo propósito, que en este caso buscaba el puro disfrute de una experiencia nocturna muy controlada, eso sí. Por supuesto no se permitía correr, y el objetivo era solo ese: disfrutar de la sierra bajo la luz de la luna.

También tuvo la salida sus momentos de reflexión, recordé sobre todo que no hace más de 5 meses, cuando se me coló el intruso que no queremos invitar, pensar en estar en un momento así me parecía un sueño complicado de alcanzar. Y piensas lo afortunado que eres porque muchos no han podido volver a cumplir sus sueños.

A las 21:30 en punto, tras las correspondientes indicaciones de Miguel Feria, alma mater de esta maravillosa liada, se dio la salida y allá que fuimos a internarnos por caminos entre olivos, viñas y monte bajo. En la primera media hora fuimos acompañando al sol hasta despedirnos de él. Con la última claridad que se percibía desde lo alto de las colinas que nos rodeaban, empezamos a tener dificultades para ver el relieve. Fue cuando no hubo otra que encender los frontales para no hacernos una avería con alguna piedra grande o algún bache de la pista. La combinación de 4 frontales nos daba una perspectiva muy clara del camino entre 10 y 20 metros. El efecto es muy curioso, porque se ve el suelo perfectamente pero se pierde completamente la sensación de la inclinación del terreno. Te vas enterando que el camino se eleva cuando empiezas a tener dificultades para respirar. Cuando fuimos dejando la cháchara que llevábamos desde la salida era cuando el camino empezaba a ponerse desafiante.

Cuestas reseñables hubo 3, la primera suave aunque bastante larga, una segunda que arrancaba justo después del avituallamiento, a los 5 kilómetros de la salida, en la mitad de la ruta. Esta cuesta debía ser muy potente porque no la veíamos, pero los cuatro del grupo nos callamos como cartujos. Fueron 800 metros de los que no te olvidas fácilmente.

Todo lo que sube tiene que bajar, y nosotros bajamos por esta “pared” creyendo que ya íbamos a seguir así hasta el final del recorrido. ¡¡Qué equivocadísimos estábamos!!

Después de bajar como unos 15 minutos, la respiración volvió a hacerse pesada, ¡volvíamos a subir! Resultó que quedaban unos 3 kilómetros de subida para regresar a Montilla. Y fue en ese último tramo cuando tuve las mejores sensaciones de la noche. Volví a sentir la sensación de “fluir”, casi como un baile elegante, en el que los bastones son el compañero ideal para conseguir un movimiento armónico, y las normas de clavar en medio de las piernas y bracear con amplitud pasando las manos a ambos lados del eje vertical del tronco cobran todo el sentido. Faltaba una punta de forma física, pero todo se andará, nunca mejor dicho.

En la llegada íbamos los 4 de la “peña minera” en paralelo, y alguien en la meta debió de decir ¡a ver quién llega primero!! Nos picamos y terminamos entrando los cuatro a la vez con los bastones en alto y celebrando la fiesta.

Esto fue la “Bandolera nocturna”, una fiesta ¡! Fiesta sana por el ejercicio, ayudado por la compañía (10 km de charla dan para unas cuantas anécdotas), y para mí particularmente una maravillosa sensación de recuperación de sensaciones físicas y de disfrute del esfuerzo. Y de esperanza de que vamos a poder volver a vivir todo esto mucho más frecuentemente a partir de ahora.

Al día siguiente, Miguel Feria, el factótum de esta iniciativa (y del Cross Batalla de Munda) nos hizo a Oscar y a mí de cicerone excepcional en una visita a la ciudad en la que “echamos la mañana” viendo el Castillo (los restos) de Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán), la Casa de las Aguas con el museo sobre José Garnelo, y la casa del Inca Garcilaso que vivió un tiempo en Montilla allá por 1600.

Dio tiempo a todo: turismo, cultura, gastronomía, deporte y mucha buena gente, que espero que no tarde mucho en volver a ver. Esta parte, la de la gente, es sin ninguna duda lo mejor que ha tenido esta excursión, todo el mundo de la organización capitaneada por Miguel, la gente de Turismo de Montilla, los del hotel Gambrinus, los “alumnos” de la formación/iniciación, el “liador” de la movida Qanzio,…

Si no se rompe nada más en este mundo, espero que vuelva a encontrarme con muchos de ellos el próximo 13 de febrero cuando se celebre la IX Batalla de Munda.

Pero eso será otra historia.

Eduardo Gimenez

CD Ipar Izarra Nordic Walking Bilbao

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