Aqui teneis unos relatos de socios que comparten sus vivencias veraniegas practicando y disfrutando del Nordic Walking

WITH SERGIO LOPEZ
Os quiero contar mi pequeña excursión de marcha nórdica alrededor de la presa romana del parque natural de Cornalvo en la provincia de Badajoz.
He pasado unos días en Mérida para conocer bien la ciudad y con la idea de hacer alguna excursión por la dehesa extremeña. El viaje en coche hasta allí fue llevadero a base de paradas, (lo siento Gurene, esta vez no hay anécdotas de viaje).
El día elegido para hacer la ruta me dirigí primero al centro de interpretación del parque para informarme, el guarda muy majo, me cuenta las diferentes rutas y estuvimos hablando un ratito del origen romano de la presa.
La ruta elegida daba inicio en la misma presa, mis primeros pasos fueron pisando una infraestructura de 2.000 años en servicio todavía. Aquellos romanos eran unos fenómenos, como diría alguno… estos romanos están locos!!!.
Según termina la presa continuo por el camino que bordea el embalse, tiene encinas y alcornoques a ambos lados. Bastantes alcornoques tienen el tronco completamente «pelado» y se ve claramente hasta donde han extraído el corcho. El color del tronco sin su corteza es oscuro, la saca del corcho no ha sido reciente, pero tampoco muy lejana en el tiempo, teniendo en cuenta que se extrae en Extremadura cada 9 años.
Sigo avanzando con mis bastones a un ritmo ligero y cómodo, con bastante sombra, aunque el sol no aprieta todavía me recuerda el ir bebiendo de mis 2 litros de agua.
Enseguida el caudal bajo del pantano hace que el camino se vaya alejando rápidamente del agua, los alcornocales también se distancias entre ellos, y voy pasando de sombra a sol y de sol a sombra, agradeciendo cada una de estas como si fuesen oasis.
El calor empieza apretar más.
Llego a un solitario alcornoque de gran porte. A su pie un panel informativo me indica que se le llama «Emérito», por su mérito de ser uno de los abuelos del parque con sus más de 400 años de edad y sus 4 metros de perímetro de tronco. La frescura de su sombra también destaca sobre la de los demás.
Abandono su protección y sigo el camino, cada vez con más calor, pero voy cómodo y a gusto, no me encuentro con nadie, solo oigo mis bastones contra el camino de gravilla fina de granito.
De vez en cuando llevo durante unos minutos mis bastones en mis manos sin practicar marcha nórdica. También me gusta oír solo mis pisadas en la gravilla… esto me recuerda la canción de Radio Futura «El canto del gallo»…..»y al andar descubrió la maravilla del sonido de sus propios pasos en la gravilla».
Llego a la cola del embalse y sigo avanzando, mi objetivo es llegar al Berrocal del Rugidero.
Avanzo por la dehesa disfrutando del entorno y pensando en tod@s mis compañer@s de NW Bilbao y los dos años que llevo en ese club, sigo cómodo, sin jueces que te presionen por la técnica o como llevas puesto el dorsal !!!!.
Paso junto a una piara de cerdos extremeños, unos comiendo y otros bebiendo de una balsa, nos miramos, foto y huyen.
Alcanzo un pequeño aparcamiento que da paso un sendero junto al río Muela, está seco. Enseguida alcanzo el Berrocal del Rugidero, son unas grandes rocas de granito, en mitad del estrecho cauce, las cuales han sido agujereadas por el agua a lo largo del tiempo. Parecen un queso gruyer. Cuando llueve el agua pasa por debajo y por los agujeros de las rocas provocando “rugidos”. Según me ha contado el guarda hace años que no llueve tanto como para que el Berrocal ruja como debiera.
El sitio merece la pena y el camino hasta él también. Me quedo un ratito, me refresco, como algo y me pongo en marcha hasta alcanzar la cola del embalse de Cornalvo, esta vez voy por el camino de la orilla derecha que me llevará de nuevo hasta la presa, el punto de inicio y final de esta excursión.
WITH SORKUNDE MENDARTE
Este verano, yo y mis bastones: por la Vía Verde del Bidasoa.
Este año, por agosto, hemos vuelto a repetir nuestra obligada visita a Doneztebe-Santesteban (Nafarroa) aunque no tuviéramos organizada ninguna competición. Hemos disfrutado de la familia, de los parajes, de un relajante y refrescante baño en el río, de la oferta gastronómica (de cantidad y calidad) y, sobre todo, de la Vía Verde del Bidasoa para hacer un poco de Marcha Nórdica.
Siendo ésta una vía verde tan larga (40 km aprox.) da varias posibilidades a la hora de hacer una caminata, pero esta vez improvisamos y nos animamos a empezar desde Endarlatsa. Teníamos algunos deberes (entrenamientos) programados para el día, que eran diferentes para cada uno de nosotros, de manera que acordamos que yo empezaba a andar en línea mientras Santi hacía un recorrido de ida y vuelta, y tras acabar el entreno, cogía el coche y me recogía de camino para llegar juntos a Doneztebe.
Así que, tras despedirnos en Endarlatsa, allí empecé mi ruta en solitario. Esto es lo que tiene salir de caminata con alguien que anda mucho más y mucho más rápido que tú, que al final, andas mucho sola. Está claro que esto no es recomendable para media ni alta montaña, pero aunque más aburrido, para una ruta en línea por una vía verde no supone un problema. C´est la vie!.
No llevaba mucho tiempo andando cuando llegó el primer túnel. Ai ene! No había contemplado la idea de los túneles y no llevaba frontal, pero teóricamente no pasaba nada porque las luces del túnel se encenderían automáticamente. Pero digo, teóricamente, porque las luces no se encendieron cuando entré, aunque luego me daría cuenta que se encendían, a veces, al paso de los ciclistas.
Pues así tendría que ser, sin luz. Reconozco que daba un poco de cosa, pero bueno, solo podía ir hacia adelante. Además, algo de luz verde quería entrever al final así que seguí andando con mis palos. El túnel no era muy largo, pero sí lo suficiente para poder tener la sensación de sumergirte en una oscuridad total.
Pero, resultó que esa “luz verde” era un chaleco reflectante de un hombre con su bicicleta y una mini-linterna que andaba buscando algo dentro del túnel.
-“Hola, ¿no llevas frontal?”
-“Hola. No, no tengo. Pero, se supone que las luces se encienden automáticamente, no?”
-“Si, pero solo se encienden a veces. Ponte a la izquierda que está mejor para ir andando. Sígueme, que yo conozco el túnel. Y ve avisando tu paso por la izquierda para que no te atropellen otras bicicletas”.
El señor en su bicicleta y yo tras él. La situación resultó ser totalmente surrealista y la verdad es que no sé qué me daba más miedito, si la oscuridad casi total del túnel o encontrarme dentro con alguien que pretendía iluminar mi camino con una luz que no daba luz.
Menos mal que al fin unas bicicletas activaron automáticamente las luces del túnel y pude pasarlo tranquilamente.
Y ya fuera, me pregunté ¿y cómo no he encendido la linterna del móvil?. Pues eso querría saber yo también, pero en el momento ni se me ocurrió.
Y seguí andando, disfrutando de la vía verde, de la ribera del río, el sonido del agua, el bosque, pasando cerca de Bera, Lesaka… Al final mi ruta fue de unos 12 km, saliendo desde Endarlatsa hasta llegar a Berrizaun, donde Santi vino a recogerme y fuimos juntos a darnos un merecido baño al río Bidasoa previo a una riquísima y copiosa comida en familia, donde pudimos recordar también a los que ya no están con nosotros.
¡Vía Verde totalmente recomendable, aunque, mejor con luz y buena compañía!
ESTE VERANO MIS BASTONES Y YO EN LA PINETA
WITH JOSÉ GARCIA
Valle de la Pineta, Pirineo oscense. Una mañana fresca y clara de julio. Aunque hará calor según
avance el día, ahora la temperatura es agradable. Saco mis bastones de marcha nórdica del equipaje,
donde los puse como otro “por-si-acaso” más y me dispongo a usarlos por primera vez fuera de mi
circuito urbano habitual y en un terreno nuevo para mi. Voy a realizar la ruta de los Llanos de La
Larri por una pista que sube desde la Pradera de Pineta serpenteando entre bosques y cruzando
arroyos, hasta el circo de La Larri.
Ya preparado quito los tacos de las puntas pues el terreno lo requiere, me ajusto las dragoneras a las
muñecas, las engancho a los bastones, agarro las empuñaduras y me coloco en posición de empezar
la marcha. Respiro profundamente un par de veces y empiezo. Es la primera vez que voy a usar los
bastones sin tacos y siento curiosidad por ver como será. Llevo practicando pocos meses pero creo
que mi instructora me ha enseñado bien y tengo la técnica aprendida. Así que…¡allá voy!
Doy mis primeros pasos por la pradera concentrándome en hacerlo correctamente. Las puntas se
clavan en la hierba y me ayudan a coger el movimiento y la postura propias de nuestro deporte.
Parece que va bien. Llego a la pista que es de tierra y piedras y la cosa cambia. Las puntas de los
bastones rebotan cuando encuentran una piedra y me hacen perder el empuje y corregir el apoyo, lo
que ocurre cada pocos pasos y me enfría una pizca el entusiasmo inicial. Bajo un poco la velocidad
del paso y pongo cuidado donde apoyo el bastón por lo que busco la zona de la pista donde hay
menos piedras. La marcha mejora un poco y vuelvo a concentrarme en llevar bien las manos atrás,
realizando lo mejor que puedo el apoyo, el impulso y la recogida. No es fácil este suelo, nada que
ver con el que estoy acostumbrado. No me permite llevar una buena técnica y me siento un poco
frustrado.
El “tak-tak” de las puntas contra el suelo se hace rítmico pero más lento, creo que le voy cogiendo
el truco. La pista va cogiendo pendiente y si no fuera por los bastones, el esfuerzo sería claramente
mayor. En alguna zona donde la pendiente se acentúa, pruebo el doble bastón y…. funciona: subo
con más ligereza y las piernas se cansan menos. Me empiezo a sentir a gusto con mis bastones de
marcha que me hacen pensar que no hay sendero que sea inabordable, también por la bonita mañana
de sol y la belleza del lugar que me rodea. La frustración inicial se mitiga cuando me doy cuenta
que a pesar de no poder realizar la técnica más pura hay impulso y marcho ligero. En las zonas
menos pendientes vuelvo al bastón cruzado y tiro para arriba con la cabeza alta, el cuerpo erguido y
orgullo de marchador nórdico.
De vez en cuando me paro para contemplar el paisaje que aparece cuando los árboles que flanquean
la pista dejan un hueco. Sería una pena no hacerlo. Allá abajo se ve la pradera con su bosque y
campas llenas de hierba y al lado la carretera. Arriba se ven las montañas con arroyos
desplomándose por su laderas y sobre ellas cielo azul intenso y nubes blancas. Es impresionante la
belleza de este paisaje.
Paso a paso continuo por la pista y me atrevo a atajar por algún senderillo de más pendiente que
cruza la pista, hasta que llego al final de la ruta. Ante mi se extienden los Llanos de La Larri: una
gran pradera de hierba y flores, rodeada de montañas con un río que la recorre y que surge de una
cascada al fondo de la misma. Es el momento de pararse a contemplar el paisaje sin prisa y gozar de
la naturaleza que me rodea.
Mientras descanso veo los bastones a mi lado sobre la hierba y me doy cuenta que durante la subida
han sido ellos, junto con el paisaje, los protagonistas de esta mañana de verano y siento que mis
bastones y yo, estamos unidos por algo más que una dragonera.
Para terminar de consolidar nuestra “unión”, aún queda la bajada. Pero eso ya es otra historia…
Mi experiencia con NORDIC WALKING
BUSTURIA – BERMEO POR EL CAMINO REAL Septiembre 2021
WITH MILAGROS BASCARAN
Mila, mi gran amiga de recorridos, viajes y escapadas, me propuso para aquel domingo 20 de septiembre un plan diferente para comenzar el otoño a buen ritmo: Inscribirnos para hacer una caminata nórdica, o nordic walking, por la región de Urdaibai. Esta modalidad, para mi desconocida anteriormente, te ayuda a impulsarte, con el apoyo de unos bastones especiales, lo que agiliza la marcha y da seguridad a tu paso. Una manera de hacer deporte sin gran esfuerzo, y lo mejor de todo es que te permite disfrutar de la naturaleza, sin importar demasiado tu condición física.
Así que, a las 9.00 de la mañana ya estábamos tomando un cafecito en una terraza de Bermeo, deleitándonos del aroma matutino de un día festivo en esta villa marinera, saboreando la fragancia del mar, siempre arropado y custodiado por las coloridas casitas de pescadores que le observan con recelo y mimo para que nada altere la serenidad de sus aguas, y por supuesto, preparándonos para completar los 12 kilómetros que nos esperaban.
Con los bastones en mano, y después de haber cogido fuerzas, nos dirigimos al tren donde otros compañeros de ruta aguardaban bien sujetos a sus estacas, para llegar al Busturia donde empezaríamos la marcha en compañía de Marisa y Lorenzo, nuestros guías.
Así comenzó nuestra pericia. A golpe de cachaba y manteniendo el ritmo, emprendimos la marcha: Marisa al frente, y Lorenzo detrás de los casi 30 senderistas a quienes , como buenos guardianes, escoltaban y nos daban ánimos para proseguir bajo un día nublado y cálido donde el sol parecía no querer unirse a nosotros.
Nada alteraba el silencio de los parajes que íbamos alcanzando, tan solo se apreciaba el tamborileo de las muletas al rozar el asfalto o la tierra mojada. Parecían hablar entre ellas como si tuvieran un idioma particular, que nos alentaba a no perder el compás hasta alcanzar nuestro destino, no sin antes, realizar varias paraditas para coger aliento, hidratarnos y disfrutar del entorno tan espectacular q parecía agradecernos la visita. El mar, siempre presente, las montañas firmes y robustas casi eran parte del equipo.
A parte de un par de inclinaciones, el recorrido fue bastante ligero y llevadero. LA buena compañía, el gran apoyo de estos bastones de los que no quiero desprenderme, junto con los ánimos de mi leal compañera Mila para que no decayera ante la primera cima, han hecho que ésta no sea la última experiencia ni etapa del Nordic Walking en mi vida. Seguiré avanzando.
Como decía el poeta, se hace camino al andar. Y así es. Un primer paso, te lleva a la meta. De esta manera, conseguimos llegar nosotras a Bermeo, con la satisfacción de lo bien andado, y por supuesto, con la recompensa del aperitivo merecido en el casco viejo antes de regresar a Bilbao.