El domingo de Santo Domingo

por Jose Malillos, socio 140

El domingo de Santo Domingo (de la Calzada) un pequeño grupo de txipis nos dispusimos a tomar la salida junto al club de golf de Cirueña.

Después de una noche fría había amanecido un día pleno de sol y sin viento que nos hiciera el recorrido un martirio. El invierno nos regalaba una mañana ideal para la marcha nórdica. Con los dorsales colocados, los bastones preparados, el ánimo dispuesto y rodeados de otros participantes; nos acercamos al arco de salida donde uno de los árbitros nos convocó para hacernos un resumen de los fallos más comunes que se penalizan y recordarnos que nos podríamos encontrar a cualquiera de los árbitros en cualquier punto del recorrido, también que nos encontraríamos tramos de barro y que tomaban nota de que a algunos participantes solo les habían dado un dorsal (fallo de la organización)

Enseguida nos dieron la salida con una cuenta atrás de viva voz y allí que nos pusimos en marcha sobre el asfalto de una calle cuesta arriba. En esos primeros momentos en los que vamos todos apelotonados el ruido de las puntas sobre el pavimento es de los más llamativo: suena como los picotazos de un montón de pájaros. Pero dura poco. Pronto el grupo se estira y se va abriendo distancia entre los participantes. Recorrimos el primer tramo de asfalto y pasamos al pavimento de hormigón, todo ello dentro del núcleo urbano de Cirueña.

Íbamos en ligera cuesta arriba y llegamos al cruce de la carretera tras el cual empezaba el tramo de camino de tierra que ascendía hacia una pequeña colina. Este tramo de tierra era el más largo del recorrido y transcurría por campos de cultivo en parada invernal con unas cuantas subidas y sus correspondientes bajadas. Las fuerzas todavía estaban intactas. El sol de invierno y nuestra marcha nórdica por aquellos caminos nos quitó el frio totalmente. Incluso teníamos calor. Aquí he de decir que la compañera Ana T. y yo hicimos todo el recorrido codo con codo. Nos íbamos fijando en las participantes que llevábamos delante y nos hacíamos propósito de adelantarlas, consiguiendo pasar a unas cuantas durante el primer tercio del recorrido. Primero una, luego otra. Así de una en una rebasamos a varias.

Más adelante y con el grupo tremendamente estirado, veíamos cuando el terreno lo permitía la cabeza del grupo bastante lejos, inalcanzables. A partir de un momento indeterminado llevábamos delante, a poca distancia, a dos marchadoras y por delante de éstas, a mayor distancia, a nuestra compañera Izaskun que poco a poco fue ganando terreno hasta que dejamos de verla (una máquina Izaskun). Nos propusimos alcanzar y rebasar a las dos marchadoras que teníamos por delante y a ello nos pusimos. Conseguimos alcanzar a una de ellas en unos tramos de barro e ir casi a la par hasta que nos fue dejando atrás. A la otra no la pudimos alcanzar, aunque nos sirvió de liebre gran parte del recorrido, pero finalmente nos fue sacando más distancia y llegó a meta un buen trecho por delante de nosotros.

A la vista de la población, desde la última colina del recorrido, ya nos habían dejado bastante atrás. Durante el recorrido nos topamos inevitablemente con los árbitros, pero nuestra buena técnica nos permitió llegar a meta sin tarjetas (un poco de auto-coba no viene mal…). También rebasamos a varios peregrinos que hacían el Camino de Santiago y fuimos adelantados por unos cuantos corredores de la media maratón.

Y así talonando e impulsándonos con los bastones a nuestro mejor ritmo, llegamos a la carretera de entrada a Santo Domingo desde donde veíamos la Torre Exenta, situada cerca de meta, cada vez más cerca. Al entrar en las calles de la zona vieja el pavimento cambió a losas de granito bastante pulido y los bastones resbalaban haciendo incómoda la marcha. Al girar una esquina junto a dicha torre enfilamos la meta, situada en la Plaza Mayor. Esta se encontraba llena de gente que aplaudía y Ana T. y yo cruzamos la meta mientras por megafonía decían nuestros nombres. Un breve instante de gloria.

Luego fue la alegría de haber acabado bien la prueba, el refrescarnos en el avituallamiento, reunirnos con las compañeras, comernos el “bollo preñao”, la copita de vino, los comentarios sobre la competición y en un momento dado, empezaron a llamar a los que habían conseguido algún trofeo. Aunque la megafonía dejaba que desear se pudo oír el nombre de Ana T. que subió al podium y consiguió una medalla para alegría de todos (al igual que su marido Pedro en otra especialidad). De este modo tan resumido, transcurrió un soleado domingo de marzo de nordic walking en La Media Maratón del Camino en Santo Domingo de la Calzada. Y para que conste así lo escribo y lo dedico a todo el club y en particular a mis compañeras de jornada.

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