Lluvia, barro y diversión en Elburgo

Por Jose Malillos

Llegó el tan esperado domingo del 4×4 en Elburgo. Había oído hablar a la gente del club de esa prueba y de lo mucho que el pueblo se vuelca en ella y tenía ganas de vivir la experiencia.

Amaneció lloviendo como estaba previsto, pero era una lluvia floja que no me preocupaba. Ya iba equipado para soportarla. Fui hasta el autobús con buen ánimo y con algo de nervios por el día que íbamos a vivir.

En cuanto estuvimos todos nos acomodamos en el bus y pusimos rumbo a la gloria (era a Elburgo claro, pero yo me sentía así; íbamos a ganar y subir a lo más alto del pódium y recibir los merecidos aplausos y el calor del público y …) Por soñar que no quede. Además, con este sueño se hizo el viaje corto y llegamos al frontón donde nos esperaba el desayuno, los dorsales y la demás gente del nordic que había acudido a la prueba.

Recoger los dorsales y la bolsa de marchador fue lo primero y enseguida nos pusimos a la (para mi) engorrosa tarea de colocar los dorsales en la camiseta con los minúsculos imperdibles. Mientras por megafonía nos daban indicaciones, o eso creo yo, porque no entendía nada, no sé si por la mala acústica del pabellón o porque se me da fatal hacer dos cosas a la vez…

Al poco llegó el momento de la salida y yo iba el primero de mi equipo así que bajé al cajón de salida y rodeado de nórdicos y nórdicas me sentí importante, aunque un poco ridículo, todo hay que decirlo, por mi equipación para la lluvia (un simple gorrito que se suponía impermeable).

En esto dan la salida y el tropel se pone en marcha (nunca mejor dicho) y allá que voy…Enseguida se estira el pelotón y me empiezan a pasar por un lado y por otro. Esto no puede ser, me digo y aprieto el paso sin perder la técnica, claro.

Enfilo el primer tramo de tierra antes del bosquecillo y procuro no pisar los charcos y el barrillo del camino. Llego al sendero del bosque. Está precioso, alfombrado de hojas y bordeado de árboles. Da gusto marchar por él. Luego toca otro camino de tierra que va a parar al edificio del frontón y tras rebasarlo llega la meta y zona del relevo.

Esta zona es una fiesta. Música, gente animando…. aunque no me entero mucho porque voy más atento a lucir una buena técnica que a otra cosa. Todavía me toca seguir. Esta primera vuelta me ha servido de calentamiento, las siguientes tengo que ser rápido. No sé si lo soy, pero la segunda vuelta la hago de cine: paso elástico, codo pasa y mano también, postura elegante, luciendo camiseta (sobre todo al cruzarme a los fotógrafos).

La tercera ya es otra cosa. La lluvia arrecia por momentos, llevo barro pegado en las zapatillas, el pantalón salpicado, el gorro cala, voy algo cansado y un punto dolorido así que cuando recibo el relevo me voy a los vestuarios a quitarme la ropa mojada. Cuando estoy en ellos solo, entra ese chico de Azagra que lo gana todo y yo pienso…” En la segunda vuelta me has doblado, pero yo he llegado primero al vestuario. Punto para mi” y sonrío satisfecho.

Ya cambiado vuelvo fuera, a la zona de llegada que sigue siendo una fiesta. Suena música marchosa por los altavoces y la gente baila agarrada a sus bastones y grita animando a los competidores. Hay corrillos de gente charlando y moviéndose al ritmo de la música más actual.

La mañana va pasando y la lluvia suave sigue. Una hora antes de acabar salgo otra vez a hacer dos vueltas. Esta vez sin gorro con lo que me mojo igual que si fuera con él y añado barro fresco al barro seco que ya llevaba en los pantalones y las zapatillas. No importa. Ahí sigo hasta que me hacen el relevo. Estoy cansado pero feliz. Se acerca la hora de fin de la prueba y los nórdicos y nórdicas que están compitiendo apuran el paso.

Dan las dos de la tarde y la prueba sigue hasta que el último competidor llegue a meta. Dentro del frontón se celebra la entrega de premios a los ganadores, empezando por la representación juvenil de nuestro club. Aplaudimos a gusto a todos los que suben al pódium y cuando las manos ya echan humo nos dan vía libre al lunch. Allí también hacemos buen papel.

Y como broche final a un día estupendo de marcha nórdica nos ponen música para bailar y a ello nos ponemos, dando rienda suelta a la alegría, la camaradería y el gusto de estar con gentes de distintas procedencias unidos por el nordic walking. Luego volvemos sin apurarnos al autobús que llevará nuestros cansados cuerpos y contentas almas de vuelta a casa deseando volver el año que viene al 4×4 de Elburgo (ruego que no llueva…que mi gorro cala).

Crónica dedicada a todo el club y en especial a mi equipo

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