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NOCTURNA “BANDOLERA” en Montilla.
Eduardo Giménez, socio 18
Hay veces que si lo piensas dos veces no harías ciertas cosas. Por ejemplo ir a participar en una marcha de Nordic Walking en Montilla, Córdoba, uno de los días que más alta temperatura va a registrar, llegando a 42ºC a las 4 de la tarde y 32ºC a las 9:30 de la noche, que es cuando comienza la Bandolera Nocturna.
Lo que pasa es que conociendo el lugar y a su gente, ésto no te lo planteas. El resultado va a ser satisfactorio con seguridad.
Dicho y hecho, a las 7:00 del viernes 19, con puntualidad suiza, avisté a Oscar que se estaba tomando un café enfrente del hotel Indautxu, y comenzamos un viaje de 9 horas (más paradas) por delante hacia Córdoba. El viaje fue muy cómodo, con unas cuatro paradas para descansar y comer (en Valdepeñas), donde empezamos a meter al cuerpo hidratación de la sana en forma de jarra de gazpacho bien fría.
A eso de las 17:30, con un sol y un calor de justicia arribamos al hotel Don Ramiro de Montilla donde nos esperaban Andrés Hidalgo, (Qanzio), y Carmen para tomar un café y organizarnos de cara a la prueba de la noche. En el hotel nos quedamos, perfecta burbuja de aire acondicionado, hasta las 21:00. A esa hora salimos al exterior para tocar la realidad que nos esperaba de 32ºC. Hicimos bien para aclimatarnos durante esa media hora previa a la prueba.
El arco de salida, situado a no más de 200 metros del hotel era ya una fiesta. Parte de las aproximadas 120 personas que iban a participar (senderismo y NW) ya estaba allí confirmando inscripción, recogiendo la camiseta de regalo y disfrutando de la animación que como siempre de manera impecable había preparado Miguel Feria, organizador de éste y otros muchos eventos en Montilla, entre los que se encuentra el Cross Batalla de Munda que se celebra en febrero (el día 9 en 2025), y que merece muy mucho la pena participar en él haciendo marcha nórdica. El recorrido es el mismo en ambas pruebas, 9,55 km, pero el planteamiento no puede ser más diferente. En la Batalla de Munda vamos a competir como en cualquier otra competición oficial, a darse toda la caña posible mientras, eso sí, disfrutas de un paisaje único entre olivares. Sin embargo, la Bandolera es una fiesta. No se plantea de manera competitiva, saliendo con ritmo ligero pero no extenuante. Durante la primera media hora vemos cómo se va escondiendo el sol, y este año con la luna casi llena (se hace coincidir en lo posible la prueba con la luna de julio) hemos conseguido llegar al avituallamiento, que está más o menos a mitad de la prueba, sin encender los frontales. A esto ha ayudado el buen mantenimiento que han hecho de los caminos, con un firme muy uniforme que se podía pisar sin miedo a torceduras y otros accidentes.
Aunque entre los participantes había alguno que se dio a la fuga forzando mucho el ritmo, nosotros mantuvimos el grupo de cuatro durante toda la prueba, sin grandes diferencias, lo que nos permitió llegar juntos al avituallamiento, que se tomó en calma haciendo chistes con los dos caballeros que estaban al cargo de los líquidos. Lo cierto es que en esta prueba, si hay algo que valorar es sobre todo el buen rollo que tiene el personal de la organización, y en general cualquiera de las que hemos tratado en el viaje.

Después del avituallamiento emprendimos el cierre del circuito con un obstáculo de 800 metros que llamamos “el muro”, que tampoco es para tanto, unos 70 metros de desnivel, pero al ser en un corto espacio y verlo delante impresiona un poco. De noche es una gozada porque con los frontales, encendidos ya en este punto del circuito, solo ves a unos 4 metros de distancia con lo cual no te das casi cuenta de la inclinación.
Una vez coronada la colina, quedan unos 4 km en parte de bajada corta y pronunciada, y luego un llano que nos lleva de vuelta a Montilla. Allí la entrada es de nuevo una fiesta con música y risas. Como manda la tradición, los cuatro entramos agarradicos de la mano para hacernos la correspondiente foto.
En meta, aparte de agua y bebidas isotónicas, no faltaban las imprescindibles cervezas, todo ello en una nevera bien llena de hielo para bajar la temperatura corporal. Entre canciones y charletas con los otros competidores nos dieron las 23:30, y a esa hora nos fuimos al hotel. Ducha y abajo para cenar en la calle, donde se estaba de maravilla a esas horas. Un plato de jamón espectacular para compartir y una ensalada para levantar a un muerto nos zampamos, suave suave hasta la 1:00 a.m. hora en la que cansados pero encantados de la vida nos fuimos a dormir.

Al día siguiente, sábado, nos fuimos a Córdoba donde el amigo Qanzio había organizado una visita a la Mezquita-Catedral. En la visita, él actuó de guía demostrando profundos conocimientos del monumento. Cualquier definición que pudiera intentar hacer del lugar no le haría justicia. Hay que estar allí para comprender la magnitud del enclave. Fue una experiencia maravillosa.
Al terminar estuvimos callejeando por la zona de la Judería, haciendo un par de “paradas técnicas” para comprobar la calidad de los vinos finos locales y acabamos comiendo en un restaurante recomendado, y que a mi vez puedo recomendar porque comimos de maravilla: La posada del caballo andaluz, por si alguien decide visitar Córdoba.
La vuelta a casa el domingo la fuimos haciendo poco a poco, con parada obligada en Guijuelo, cansados pero absolutamente satisfechos de la excursión.
Como he dicho al principio, si lo piensas dos veces puedes decidir no hacer este viaje, pero entonces nos habríamos perdido una nueva experiencia en Montilla, donde todo se confabula para que tengas ganas de volver.
En febrero, si no se rompe nada, volveremos a Montilla para hacer la Batalla de Munda, que es una de las mejores maneras que conozco de empezar la temporada de Nordic Walking.
